Retomamos el tema de los apegos y profundizamos en los estilos existentes: seguro, evitativo, ansioso-ambivalente y desorganizado.

Hace unos días hablamos de la responsabilidad del profesor de ser un buen modelo a seguir para sus alumnos. También hicimos hincapié en la mirada incondicional, la manera que tenemos de mirar, atender y recibir a nuestros hijos o alumnos. Además introducimos la teoría del apego, introducida por John Bowlby, que estudia  la manera en que el niño y el cuidador principal, habitualmente los padres, interactúan y se relacionan. Según los estudios que llevó a cabo Bowlby y los que llevó posteriormente su discípula Mary Ainsworth, existen cuatro estilos de apego:

Apego seguro

Este tipo de apego se da en aquellas relaciones en donde la figura de apego, generalmente la madre, el padre o el cuidador, aportan seguridad y protección al niño. Cuando el niño está con su figura de apego, se siente seguro y protegido. Además, la figura de apego favorece la autonomía del menor, invitándole y animándole a explorar su entorno más cercano y a saciar su curiosidad, una de las emociones básicas con las que nacemos.

Una tercera característica básica del apego seguro es la decodificación, en donde los padres o cuidadores se convierten en los referentes a la hora de explicarles lo que les ocurre a sus hijos/alumnos y lo que ocurre en el mundo. Por ejemplo, preguntas del tipo “Mamá, ¿por qué papá está discutiendo con la tía?” o “¿ese pajarito está muerto?” han de ser decodificadas o respondidas por las figuras de autoridad si queremos ser figuras de apego seguro y no inseguros. Respuestas del tipo “eso son cosas de mayores” o “esto a ti no te interesa” no favorecen el estilo de apego seguro.

Estas serían las tres características básicas del apego seguro que deberían cumplir, no sólo todos los padres, sino también todos los maestros para hacer más efectivo el proceso de aprendizaje-enseñanza. Desgraciadamente, en un 40% de los casos, se dan algunos de los tres tipos de apegos inseguros que veremos brevemente a continuación:

Apego evitativo

En el apego evitativo los padres o los maestros ignoran el mundo emocional del niño pero les dan una clave de cómo se debe relacionar con ellos para que estén contentos. Por ejemplo, si un niño cada vez que acude a su profesor para contarle que se encuentra mal porque ha discutido con su amigo en el patio se encuentra que la respuesta de su profesor es siempre algo parecido a “déjate esas cosas que han ocurrido en el patio y céntrate en lo importante que son los problemas de Matemáticas”, el profesor no le está dando ninguna seguridad ni protección ante una situación de vulnerabilidad del niño.

Si esto se repite constantemente entre este profesor y este alumno, éste último aprenderá que su profesor de Matemáticas no es alguien en quien se pueda confiar para contar sus problemas. Se llama apego evitativo porque la figura de apego no quiere que le hable de su mundo emocional sino rendir en el campo de las Matemáticas. Lo que está comprometido es la seguridad y la protección del niño.

Apego ansioso-ambivalente

En este tipo de apego no existe un patrón regular a la hora de actuar. De ahí que se le diera el nombre de ambivalente. A veces las figuras vinculares actúan de una manera y al día siguiente de otra, lo que le dificulta al niño su aprendizaje de cómo se deben comportar.

La característica que está comprometida en el apego ansioso-ambivalente es la autonomía. Suelen ser niños muy protegidos pero donde los padres o maestros no ven con buenos ojos que sean curiosos, investiguen y sean cada vez más autónomos. Son niños que les cuesta despegarse literalmente de la falda de mamá. La gran mayoría de casos de sobreprotección estarían inscritos en un apego ansioso-ambivalente.

Apego desorganizado

Este tipo de apego se da en un porcentaje muy bajo de la población pero como maestros debemos tenerlo en cuenta. En realidad es el no apego. Niños que han sufrido abusos sexuales, maltrato físico, etc., desarrollan este tipo de apego.

 

Autor: Rafael Guerrero
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«Vale, gira a la izquierda. ¡No, a la otra izquierda! Para aquí. No, me refería a allí». ¿Te suena haber tenido esta conversación en el coche? Enseñar también puede hacernos sentir así muchas veces. Crees que te estás expresando bien, pero nadie parece hacer lo que quieres. Aunque pueda parecer una solución demasiado simple, solo hay que aprender a dar instrucciones más claras. En este post te doy 4 consejos para hacerlo.