Como hablamos en el capítulo anterior, los docentes ejercen una gran influencia sobre las fuentes de la autoeficacia de sus alumnos, entendida como la creencia que cada uno tiene de sus propias capacidades para alcanzar un objetivo determinado. La autoeficacia, entendida como la creencia en nuestras propias capacidades para alcanzar objetivos, es un factor crucial en el aprendizaje. Según Bandura (1997), esta creencia se forma a partir de cuatro fuentes de la autoeficiencia principales:
- Las experiencias directas
- Las experiencias vicarias
- La persuasión verbal
- Activación psicológica y emocional
Para presentar estas fuentes, veremos un caso práctico: imaginemos una clase en la que encontramos un variopinto grupo de alumnos con distintos orígenes étnicos, de diferentes ambientes socioeconómicos y culturales, con diversas capacidades, gustos e intereses, etc. Todos estos factores contribuyen a formar su personalidad, que les hace únicos.
¿Qué traen en su “mochila”?
Cuando llegan a nuestra aula, ya vienen con una “mochila” cargada de multitud de experiencias tanto positivas como negativas que han conformado su creencia en sus propias capacidades a lo largo de su vida. Para concretar nuestro análisis, vamos a pensar en dos alumnas imaginarias, Paula y Carla.
Paula es una alumna que destaca en algunas áreas por su rapidez y seguridad, su locuacidad y sus ganas de involucrarse en las tareas y proyectos de clase.
Carla obtiene buenos resultados, aunque se muestra tímida en clase y participa poco por miedo a equivocarse. Le gustaría vencer esas barreras pues tiene un gran afán de superación.
1.Sus propias experiencias
A menudo trabajan juntas, siendo un gran complemento la una para la otra. Las dos han vivido experiencias en su círculo familiar y social que les han ayudado a consolidar su confianza en sí mismas y su manera de enfrentarse a nuevos retos.
Estas experiencias directas de éxito y de fracaso son las que mayor influencia tienen en su creencia de autoeficacia. En efecto, todos construimos nuestra seguridad en nuestras capacidades de acuerdo a los logros que hayamos cosechado a lo largo de la vida y a las frustraciones que se hayan podido originar.
Esto está muy relacionado con el mundo de las emociones. Hoy en día, gran parte de los alumnos tienen una baja tolerancia ante el error. Por eso debemos trabajar esta actitud ante la frustración en nuestros alumnos, para inculcarles que el error es parte natural del aprendizaje.
2.Si ella puede, ¡yo también!
Volviendo a Paula y a Carla, descubrimos otra de las fuentes de autoeficacia en la relación que existe entre ellas: las dos observan sus comportamientos en clase, sus aciertos y equivocaciones. A través de la observación de la conducta de la otra, cada una elabora su experiencia vicaria, se compara y se ve a sí misma desempeñando la misma acción. Cuando una de ellas supera el logro de la otra, este éxito incrementa la creencia de autoeficacia, mientras que lo contrario, el verse superada, la disminuye.
Es así como surgen en clase, al igual que sucede en nuestra sociedad, influencers a los que los demás intentan emular porque admiran su personalidad y capacidades.
De igual modo, ante los ojos de los alumnos, los docentes son modelos a imitar, ya que desde edades muy tempranas observan y se inspiran en su comportamiento y entusiasmo. No en vano, todos recordamos con aprecio algún profesor que nos marcó poderosamente en nuestro camino y por ello los profesores son considerados los primeros influencers.
Las fuentes de la autoeficacia son esenciales para el éxito académico y personal de los estudiantes. En la próxima entrega, exploraremos en detalle cómo la persuasión verbal y la activación psicológica y emocional contribuyen al motor del aprendizaje.
¡Nos vemos la próxima semana!
Autoras: Lourdes Molejón Asenjo y Ana Fernández Viciana