En el post anterior hablamos sobre las características de las emociones y cuáles eran las emociones básicas. A continuación seguimos explorando la Neurobiología de las emociones, además de contemplar estrategias emocionales para poner en marcha con los alumnos.
Neurobiología de las emociones
La neurobiología de las emociones nos enseña que, si nos centramos en el cerebro de un mamífero, las emociones se ubican en el sistema límbico, una estructura que pertenece al cerebro emocional. El sistema límbico es un conjunto de estructuras muy relacionadas con las emociones, los aprendizajes básicos, la memoria y el apego. Quizá, la estructura más implicada en la emoción y en el aprendizaje sea la amígdala cerebral. Esta tiene una forma similar a una almendra y es donde se codifican las emociones, especialmente las negativas (miedo, tristeza y rabia). Cuando experimentamos una emoción, las amígdalas cerebrales se activan. Las amígdalas juegan un papel crucial en el aprendizaje. Numerosas investigaciones han demostrado que, para que haya un aprendizaje óptimo, es necesario que las amígdalas estén activadas a un nivel medio. Tanto la hiperactivación como la hipoactivación de la amígdala generan dificultades en el aprendizaje.
Investigaciones han mostrado que si extirpamos la amígdala de una rata, esta perdería el miedo a enfrentarse a un gato, lo que reduce significativamente sus probabilidades de supervivencia. La amígdala también está estrechamente relacionada con la corteza prefrontal, encargada de gestionar las emociones que experimentamos. Lesiones en la corteza prefrontal pueden generar dificultades para regular nuestras propias emociones, como ocurrió con el famoso Phineas Gage.
Estrategias emocionales para poner en marcha con tus alumnos
A continuación veremos una serie de estrategias de tipo emocional para ayudar a gestionar sus emociones a nuestros alumnos:
1. Nombrar para dominar
Esta estrategia es muy útil para identificar y etiquetar la emoción e ir reduciendo su intensidad poco a poco. Por ejemplo: ante un conflicto entre dos compañeros, los mejor que podemos hacer sería decir algo parecido a esto: Entiendo lo mal que lo estáis pasando los dos en esta situación. La emoción que estáis viviendo es la rabia, ya que os molesta estar enfadados entre vosotros al ser buenos amigos. ¿Qué os parece si…? A partir de ese momento se buscan soluciones para dicho conflicto.
2. Hipoactivar la amígdala
como ya hemos comentado, cuando estamos experimentando una emoción la amígdala se hiperactiva. El objetivo sería reducir la intensidad de la emoción para que la corteza prefrontal pueda volver a coger el control de la situación. Algunas de las cosas que podemos hacer para reducir la activación amigdalar son:
- Ejercicios de relajación y respiración
- Realizar algún ejercicio físico (saltar, dar palmas, andar, correr, etc.)
- Hacer una actividad que guste
- Distraer al alumno con alguna actividad alternativa
- Hidratación: ir al baño a beber agua y salir unos minutos de clase
- Abrazar a nuestro alumno
3. Activar las variables de tiempo y espacio
Ante situaciones de mucha emoción, lo que podemos hacer es conseguir que pasen unos segundos para que la emoción no sea tan intensa: contar hasta 10, 15 ó 20, meterse las manos en los bolsillos si hay ganas de agredir, alejarse de la situación en donde se ha producido la emoción, etc. En un primer momento será el docente quien tenga que ayudar al alumno a poner en marcha dichas estrategias (heterorregulación) para que posteriormente, en base a la repetición y la experiencia, el alumno sea capaz de ponerlas en marcha por sí mismo (autorregulación).
4. Situarse por debajo de sus ojos
Si nos colocamos por debajo de los ojos de nuestro alumno, conseguiremos una actitud de colaboración, respeto y no agresión. Dichas actitudes también las llevan a cabo otros mamíferos superiores.
5. Dejar que el hemisferio derecho tome la iniciativa
Ante una situación en la que el niño está emocionalmente “inundado”, lo mejor que podemos hacer es animarle a que exprese sus emociones a través de su hemisferio derecho. Para ello, las actividades que podemos llevar a cabo son dibujar, colorear, expresión corporal, actividad física, escuchar música o cantar, relajación, figuras con plastilina, etc.
Autor: Rafael Guerrero (www.darwinpsicologos.com)