Con el inicio de la pandemia, la «enseñanza de emergencia en remoto» se convirtió en la solución que profesores, escuelas e instituciones implementaron para continuar con la educación a distancia. Las clases en remoto se adoptaron de manera improvisada bajo circunstancias difíciles (Hodges et al. 2020). A nivel local y global, la comunidad educativa impulsó la colaboración para superar este desafío sin precedentes.
Cada caso es diferente
Ya sabíamos todos que el contexto en que enseñamos determina cómo enfocamos nuestra enseñanza, pero creo que este hecho merece nuestra atención en el ámbito del aprendizaje en remoto. Las primeras ideas giraban en torno a aspectos como los siguientes:
- cómo dominar la tecnología para las clases en remoto;
- cómo vigilar las aulas para grupos pequeños;
- cómo fomentar la participación de los alumnos mediante el chat y las herramientas de toma de notas;
- cómo mantener la privacidad y la seguridad en las clases en remoto.
Con el paso del tiempo fuimos aprendiendo a adaptarnos a los diferentes requisitos de cada plataforma. Por ejemplo:
- Pequeñas cosas, como dónde y cómo compartir un archivo;
- Cosas más complejas, como dirigir grupos sincrónicos sin aulas para grupos pequeños;
- La imposibilidad de utilizar vídeos en streaming o la imagen de la cámara web en contextos donde el ancho de banda es bajo.
Al igual que sucede con los contextos y materiales no digitales, es evidente que no existe una única fórmula aplicable a todos los casos. Como formadora he aprendido que he de ofrecer alternativas y soluciones flexibles. También es importante fomentar la confianza de los profesores en el hecho de que ellos son los más indicados para decidir cuál es el enfoque más apropiado para su clase.
Adaptarse a las circunstancias
Además de a diferentes plataformas, debemos adaptarnos también al diverso abanico de dispositivos que nuestros alumnos utilizan para asistir a nuestras clases. En cualquiera de ellas siempre habrá alumnos conectados desde muy diferentes aparatos: ordenadores de sobremesa, portátiles, tabletas, móviles, etc. La conectividad también varía enormemente: desde Ethernet de alta velocidad hasta conexiones de datos. Ello implica que tal vez haya alumnos que no puedan acceder a todas las funciones disponibles en tu aula digital.
A menudo podemos confiar en la autonomía de nuestros alumnos y en su capacidad para encontrar soluciones de compromiso. No obstante, también es importante que nosotros, como profesores, experimentemos con las diferentes experiencias de usuario. Tenemos que saber lo que se siente al utilizar la plataforma que hemos escogido desde varios dispositivos diferentes. Así podremos vivir en carne propia la frustración de nuestros alumnos con un ancho de anda bajo, o lo mucho que nos limita la navegación en una pantalla pequeña. No hay mejor manera de descubrir cómo adaptar mejor nuestras clases y materiales que dedicar algo de tiempo a ponernos en la piel de nuestros alumnos.
Todos seguimos estando en un espacio físico, aunque no sea el mismo
Se ha escrito mucho sobre la «fatiga de Zoom» y sobre los efectos negativos que las horas dedicadas a videollamadas tienen en nuestros niveles de concentración y energía; esto es algo que sucede tanto si se trata de clases digitales como reuniones de negocios o encuentros familiares virtuales.
Mantener los ojos fijos en la pantalla, interactuando con los bustos bidimensionales de nuestros colegas, compañeros y alumnos, puede resultar cansado. A veces incluso nos olvidamos de que las personas con las que estamos interactuando existen más allá de la imagen que vemos en pantalla, y esto puede tener un efecto deshumanizante y letárgico.
Debemos recordar que tanto nosotros como nuestros alumnos somos humanos, seres reales de carne y hueso. Existimos en contextos tridimensionales probablemente muy diversos entre sí. Algunos de nosotros estaremos en casa, en nuestras cocinas, salones o dormitorios; otros, en la oficina, y otros, en el metro. Preguntar a nuestros alumnos dónde están al principio de cada clase puede contribuir a que todo el mundo se sienta más conectado y reforzar el espíritu de grupo.
Cómo fomentar la implicación del alumno con el espacio físico
Abrir la clase en línea e incluir nuestro espacio físico motiva, fomenta la participación y eleva la energía. Pide a los alumnos que se aparten de la pantalla un momento y se fijen en los detalles del espacio que les rodea. Agradecerán esa pausa para desconectar de sus aparatos y mirar a su alrededor. Cuando les pidas que vuelvan a mirar a la pantalla, pídeles que comenten un detalle o dos que hayan llamado su atención. Conectar con las vidas de los alumnos siempre ha sido un aspecto importante en todo tipo de enseñanza, y cobra especial relevancia en el caso de la enseñanza digital.
Apartar la vista de la pantalla es una forma de interrumpir la clase, pero podemos ir más allá pidiéndoles a los alumnos que se levanten y se den una vuelta (si el contexto lo permite, ¡podría resultar difícil en el tren o el autobús!). Pídeles que busquen un objeto de la habitación y se lo muestren al resto. Invítales a que hagan algunos estiramientos sencillos, o jugad a las películas. Todo aquello que implique movimiento y pueda luego relacionarse con la lección aumentará la implicación del alumno y le ayudará a recuperar la concentración.
Después de estos quince meses, ¿cuál es la lección más importante que has aprendido sobre las clases en remoto?
Ceri Jones, ELT professional
——————————————————————————————————————————
Referencias
Hodges, C. et al. (2020), “The Difference Between Emergency Remote Teaching and Online Learning Educause Review”,
UNICEF (2021), “Covid-19 and school closures: One year of education disruption”.