¿Qué docente no estaría dispuesta a casi todo para que su clase desbordara alegría y no tristeza, curiosidad y no asco, alegría en lugar de rabia, seguridad en lugar de miedo y abandonar de una vez por todas el aprendizaje bulímico? En esta entrada de hoy exploramos la viabilidad de conjugar el aprendizaje basado en proyectos con otro de los must de la educación: la inteligencia emocional. ¿En qué sentido puede el aprendizaje por proyectos ayudar a alumnado y profesorado a profundizar en la alfabetización emocional y su posterior desarrollo? Os indicamos unos hints…
La inteligencia emocional y la relación con el trabajo por proyectos
“Conjunto de respuestas que proceden de partes del cerebro a estímulos externos”
Esa es la definición de emoción, que Mar Romera nos indica en su libro: “La familia: la primera escuela de las emociones” si trasladamos este contexto a nuestro día a día en el aula, resulta que nosotros, los docentes, podemos configurar un escenario en el que el aprendizaje por proyectos desencadene en el trabajo de las emociones para que ell@s, los verdaderos protagonistas, dejen en la puerta del aula la rabia, el miedo, el asco, la tristeza y la culpa, mientras se sumergen de lleno en la curiosidad, la alegría, la sorpresa y la admiración, con el objetivo de sentirse seguros dentro del aula y trabajando por proyectos.
Emociones agradables y desagradables, sí; esa es la realidad de nuestro universo emocional, ambas son necesarias tal y como Roberto Aguado ha desvelado en “ Es emocionante saber emocionarse” necesitamos de las emociones básicas para nuestro desarrollo intra e interpersonal, pero trasladándolo al ámbito educativo, entendemos que el aprendizaje por proyectos incorporará indiscutiblemente las emociones que como docentes queremos potenciar o, en el caso de las emociones desagradables, evitar. Alumnado y profesorado desean erradicar el asco y la tristeza que causa rellenar durante horas páginas y páginas de ejercicios, el miedo ante los exámenes, la rabia al no conseguir el codiciado aprobado y la culpa de no haber superado la evaluación de los ejercicios, trabajos o exámenes.
Curiosidad
Con el trabajo por proyectos las aulas se transforman, y sus habitantes se contagian; es ir del “¿cueces?” al “enriqueces”. Como citábamos en la entrada anterior (¿Tus alumnos aprenden por obligación o por placer?) la curiosidad es la base del trabajo por proyectos. Esta emoción que estimula el cerebro y exprime su creatividad, se pone en marcha en nuestro alumnado al presentarles el proyecto o reto que tienen que elaborar.
Alegria
Seguimos con la alegría, esta emoción es la que el alumnado que trabaja por proyectos , siente con mayor facilidad al verse creadores de su propio aprendizaje, es la emoción que nos conecta y empuja con nuestro proyecto, que impulsa que busquemos nuestra autorrealización.
Sorpresa o Asombro
Se trata de mostrar al alumnado conflictos cognitivos, retos que al inicio, sientan que no están preparados para afrontar; que sean estímulos novedosos, inesperados, provocativos, que les cambien de paradigmas: buscar que ellos mismos se apasionen, lo que nos lleva de nuevo a la curiosidad de imaginar cómo van a lograrlo.
Admiración
El aprendizaje basado en proyectos abre una ventana de opciones para que nuestro alumnado sienta una de las emociones más catalizadoras del cambio educativo y personal: la admiración. El aprendizaje se basa en gran parte en la observación de un referente, un modelo; en nuestro caso, del trabajo final, aunque por supuesto, mientras trabajan en equipo en su propio proyecto, van admirando y admirándose: admirando sus logros, y admirándose de las decisiones que van tomando y de cómo “su” proyecto va adquiriendo forma, de este modo los docentes dejamos de ser el referente del alumnado como fuente de información y ellos mismo pasan a ser sus propios referentes, abriéndose camino a nuevos proyectos y siendo, por tanto, innovadores.
Seguridad
Todas estas emociones trabajadas junto con el aprendizaje basado en proyectos, nos han de llevar a la seguridad, en palabras de Pilar Martin y Sonia Esteban en su magnífico “Conduces tú: coaching educativo, respirando el cambio” “ si ejercemos la docencia desde la seguridad, ofreciendo ambientes seguros, nuestros alumnos desarrollarán la capacidad de darse segundas oportunidades, a ellos mismos y a los demás. Entenderán el error o el fracaso como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Comprenderán que el éxito es una consecuencia de las cosas bien hechas y no un objetivo a perseguir en sí mismo. Aprenderán a hacer todo lo que pueden y desde ahí exigirse más para mejorar”.
Este será el destino final del ABP, que nuestro alumnado desembarque en la seguridad de haber logrado el reto, mientras poco a poco han ido también creciendo emocionalmente.
Autora: Miriam Diana García Mascaraque